La escenificación de un golpe: el derrocamiento del presidente Illia, 1966

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Sucesos Argentinos N° 1438

“En las últimas horas de la tarde del día 27 de junio, se agravó la tensa situación existente desde tiempo atrás en las tres armas que había dado motivo a varias reuniones de los altos mandos militares y del poder ejecutivo. La grave crisis institucional culminó con la separación del doctor Arturo Illia del cargo de presidente de la Nación. Mientras esto ocurría, las tropas fueron ocupando los lugares claves de la ciudad para mantener un orden que nunca fue alterado.” (0:11 a 0:51)

Con estas palabras cargadas de eufemismos, y una música que intenta otorgarle solemnidad al episodio, la voz en off del locutor inicia la serie de imágenes con las cuales el noticiero cinematográfico “Sucesos Argentinos” da cuenta, como si se tratara de un hecho natural, del prácticamente programado golpe de Estado del 28 de junio de 1966. Tal vez por tratarse de un desenlace justamente anunciado, y recurrente en los conflictos políticos y sociales argentinos, las cámaras del noticiero, convocadas para la ocasión, captan con pavoroso detalle la sucesión de movimientos que conforman este nuevo asalto militar a la democracia; lo que confiere a esta pieza archivística un condimento más para su relevante valor histórico.

En una gélida mañana de invierno, el presidente Arturo UmbertoIllia, junto con sus ministros, secretarios, y un grupo de correligionarios y familiares, permanece aún en el despacho presidencial de la Casa Rosada. Luego, a las 5 de la madrugada, el general Julio Alsogaray, el coronel Luis Perlinger y un grupo de oficiales irrumpen en el mencionado despacho e intiman al presidente a que abandone la Casa de Gobierno.

Casi un año después, la edición de la revista “Inédito” del 21 de junio de 1967, cuya editorial titulada “Hace un año, hace un siglo” escribe Raúl Alfonsín con el seudónimo de Alfonso CarridoLuro, publica el “Acta del Derrocamiento del Presidente Illia”, donde se reconstruye la escena particular que tiene lugar en el despacho de la Casa Rosada:

“(…)

General: Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe.

Presidente: El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo; mi autoridad emana de esa Constitución, que nosotros hemos cumplido y que usted ha jurado cumplir. A lo sumo usted es un general sublevado que engaña a sus soldados y se aprovecha de la juventud que no quiere ni siente esto.

General: En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará.

Presidente: Usted no representa a las Fuerzas Armadas. Sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted, además, es un usurpador que se vale de las fuerzas de los cañones y de los soldados de la Constitución para desatar la fuerza contra el

pueblo. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos que, como los bandidos, aparecen de madrugada.

(…)

General: Con el fin de evitar actos de violencia le invito nuevamente a que haga abandono de la Casa.

Presidente: ¿De qué violencia me habla? La violencia la acaban de desatar ustedes en la República. Ustedes provocan la violencia, yo he predicado en todo el país la paz y la concordia entre los argentinos; he asegurado la libertad y ustedes no han querido hacerse eco de mi prédica. Ustedes no tienen nada que ver con el Ejército de San Martín y Belgrano, le han causado muchos males a la Patria y se los seguirán causando con estos actos. El país les recriminará siempre esta usurpación, y hasta dudo que sus propias conciencias puedan explicar lo hecho.

(…)”

Ante la simbólica resistencia por parte del presidente, efectivos policiales ingresan a las 7.20 de la mañana con pistolas lanzagases (1:05). Mientras, las tropas estrechan el cerco sobre la Casa Rosada (1:07 a 1:24). Promediando las 7.25, el presidente Illia abandona finalmente el despacho y se dirige en dirección a la calle, en compañía de sus colaboradores cercanos (1:31 a 1:40). Como no dispone de vehículo propio, dado que ha sido vendido durante su gestión, se retira en un auto negro particular -algunas versiones hacen referencia a un taxi, otras al coche del ministro de Justicia, Carlos Alconada Aramburú-, trasladándose hasta la casa de su hermano, Ricardo Illia, ubicada en Pueyrredón 653, Martínez, provincia de Buenos Aires (1:41 a 02:04).

Por otra parte, la edición de la noticia opta por no decir nada sobre el gobierno que ha sido depuesto, ni una palabra sobre sus políticas, tampoco siquiera sobre la pertenencia partidaria del presidente. Lo que sí hace, en cambio, como expusimos en los párrafos anteriores, es registrar el trayecto que realiza el presidente Illia, y que “Sucesos Argentinos” reproduce con precisión, hasta que queda depositado en un lugar corrido del centro del poder. Como si su célebre caracterización como “tortuga”, que hizo mucho para destituirlo, se correspondiera con una simple casa en la provincia de Buenos Aires. Incluso la velocidad de los autos que lo trasladan, acompañados por una música que también toma ese ritmo, parece contraponerse con dicha caricatura.

Al día siguiente del golpe de Estado, Juan Carlos Onganía asume como presidente de facto, designado por la junta de comandantes en jefes de las tres Armas, jurando “observar fielmente los fines revolucionarios, el Estatuto de la Revolución y la Constitución de la Nación Argentina” (2:27 a 2:57). Esto supone de manera inédita poner al mismo nivel la Constitución y el propio estatuto elaborado por los golpistas.

 

Damián Esteban Pérez, 2016