Festejo por los diez años de democracia, 1993
Incluso en años que muchos llamaron de final de la historia, la fecha no podía pasar desapercibida. Quizás porque era muy reciente, menos afincada en el pasado que entremezclada con el mismo presente, cosa que la volvía altamente reconocible, imborrable. Después de todo, desde 1930 –o sea, hacía 63 años- que la Argentina no conocía una estabilidad institucional así de duradera. Los festejos por los 10 años de democracia, de todas maneras, no tuvieron una Plaza de Mayo rebosante de manifestantes. Sí varios actos en las provincias y una agenda del 10 de diciembre de 1993 que para el presidente Carlos Saúl Menem se abrió y se cerró con el tema en cuestión. Raúl Alfonsín en Santa Fe y Eduardo Angeloz en Córdoba optaron por los clásicos discursos ante militantes. Horacio Massaccessi, gobernador de Río Negro y futuro candidato a presidente por la UCR, rodeó al acto de un festival con César Banana Pueyrredón, Los Pericos y Flavia Palmiero para los chicos.
En Buenos Aires y con el protagonismo del presidente Menem, primero fue una misa en la Catedral y poco después de las 11 del mediodía se plantaron diez árboles –cinco lapachos rosados y cinco jacarandaes, uno por cada año de la democracia-, en una pequeña plaza ubicada en Leando N. Alem y Paraguay que de histórica sólo tenía su nombre, Mariquita Sánchez de Thompson. Ambos eventos contaron con la presencia de Alfonsín y Frondizi, presentados en las crónicas como los dos ex presidentes vivos de gobiernos democráticos, referencia que dejaba de lado, al parecer sin razón en especial, a María Estela Martínez de Perón.
Después, cuando empezaba a anochecer, un acto en el Luna Park en el que el presidente Menem tomó la palabra ante una concurrencia que fue de sus seguidores. Sin embargo, el archivo que destacamos esta semana no se ocupa de ese discurso que prontamente se verá en Prisma, sino del momento final del acto. El número ofrecido por Antonio Gasalla es el centro de ese cierre, en el que la maestra Sonia, uno de sus personajes más celebrados del programa que estaba en el aire, por pedido de la directora de la escuela ofrece un discurso a propósito de la fecha. Estamos entonces ante una escena paródica, de una maestra y del ritual del acto escolar de las efemérides patrias y cívicas; también ante un contrapunto con la palabra política, esa que el presidente había enunciado minutos atrás.
Conversamos entre los trabajadores que conformamos el Archivo Histórico de RTA y no nos terminamos de poner de acuerdo acerca de si esta construcción humorística de Gasalla se burla y así hiere a los maestros de carne y hueso. Sin dudas, su maestra es una caricatura en la que quedan acentuados algunos rasgos como el autoritarismo y la verborragia; pero también es cierto que a través de ella logra poner en palabras y, frente a las figuras principales del gobierno, impresiones sobre la democracia que circulaban en la sociedad y que si no eran críticas demostraban sí una marcada desilusión con ella, incluso su sinsentido. Asegura que quiere compartir con el auditorio la opinión de sus “educandos, los alumnos, hombres del mañana por el cual existimos nosotros los maestros” (8:45). Más o menos los había conminado a escribir sobre el tema a través del famoso “saquen una hoja” y un alumno escribe, escueto, “la democracia es esto que nos viene pasando en los últimos diez años”. La maestra Sonia, como si quisiera tranquilizar a quienes gobiernan a la Argentina, agrega: “No hay que tomarlo en serio, es un chico negativo, hijo de padres separados. Le puse un uno.” Otras composiciones, advierte, no son posibles de ser leídas en público.
Poco antes (7:00), haciendo uso –así dice- de uno de los derechos de la democracia, había disentido con los organizadores del acto porque faltaron algunas “alegorías”, “los símbolos que nos acompañaron durantes estos años”. Y compone una breve pero contundente seguidilla de imágenes que, de nuevo, sin crítica, subrayan esa suerte de costado “farandulero” del poder que, si siempre lo sigue de cerca, en ese entonces se exhibía sin velos, novedad ésta en nada menor. La risa se generaliza, incluso la cámara “ponchea” al presidente que también se ríe. Hoy esa risa que probablemente también nos despierta, después de todo lo que pasó, no puede ser la misma. Más aún cuando se combina con abucheos, cosa que ocurre cuando se nombra a Norma Plá. (8:30)
La toma de distancia ante la solemnidad es una marca del humor, la particularidad de este registro es que la misma se plasma en una situación altamente política. Otro de sus puntos relevantes ocurre cuando hacia el final del número, la maestra Sonia cita al “esclarecido Mariano Grondona” a propósito de la etimología griega de la palabra democracia. Le da vueltas, parece no estar convencida, hasta que el personaje le deja paso a Antonio Gasalla: “yo creo que la definición no importa. Lo que hay que tener en cuenta es que la democracia no debe estar afuera de nosotros, debemos llevarla adentro nuestro, porque sólo siendo democráticos cada uno de nosotros viviremos en democracia.” La antisolemnidad se da la mano con el corrimiento del nosotros “pueblo” para articularse con la primera persona y su interioridad. En consonancia: ese viernes 10 de diciembre había llegado a Buenos Aires Paul McCartney para brindar un recital; en una de las tantas entrevistas que le hicieron se refirió a que la revolución promovida en los años sesenta estaba finalmente ocurriendo en “la cabeza de la gente”.
Diciembre de 1993 y podríamos mover el calendario un año, no mucho más, hacia atrás; y dos o tres, con cuidado, hacia delante. Breve momento en el que la gravedad de la vida política argentina parecía por fin aliviarse. La estabilidad económica alcanzada con el uno a uno; el crecimiento luego de años de crisis y recesión; cerrado, a su vez, el capítulo de amenazas militares a la democracia; todo convergía en ese estado de ánimo. Además y clave: el pacto de Olivos se estaba terminando de sellar por esos días e iba a permitir la reforma constitucional y que Menem se presente como candidato a presidente por un nuevo mandato. No alcanza para empañar esta escena que en La Rioja se amenace con el despido de 30000 trabajadores estatales y que los enfrentamientos con la policía hayan tomado el centro de la ciudad.
El final del registro con la interpretación del Himno Nacional por Raúl Lavié y Valeria Lynch, trae también la novedad de una introducción a cargo de la banda del regimiento de Patricios y la de la Fuerza Aérea. Si por un momento tuvimos la impresión de estar presenciando una situación ella misma por fuera de las discrepancias de nuestra historia, sin entonces necesitar de sus tradiciones más discutidas, cuando todo termina y no queda más que la desconcentración, desde las tribunas del Luna Park se empieza a cantar la marcha peronista. La multitud en penumbras, que sólo había participado con risas y exclamaciones y que las cámaras nos habían escamoteado, se impone en ese momento, recordándonos la particularidad irrepetible del menemismo.
Javier Trímboli, 2015/2016