«Semanario insólito» en el umbral de la primavera democrática, 1982

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Semanario insólito

“Semanario insólito” tuvo su primera emisión el domingo 11 de abril de 1982, por ATC, y la última en el año 1983, aunque la fecha precisa todavía se nos escapa. Este registro que destacamos es la emisión del 26 de diciembre de 1982 que, como señalan los conductores, tiene la intensión de recoger lo mejor que presentó el ciclo durante el año que termina. La pretensión, como siempre, es ambiciosa pero en este caso los conductores también advierten, a pleno sol y sin inmutarse, que es muy difícil que los espectadores queden satisfechos.

El humor tiene una importante presencia que viene de lejos en nuestra sociedad. La televisión, desde ya, le ofreció también una muy propicia pista. Sin embargo, y a diferencia del periodismo gráfico, no era mucho a lo que se había animado con las noticias. “Semanario insólito” es uno de los primeros programas de la televisión argentina que juegan con desviar hasta hacer enloquecer a las noticias. Un poco menos, corrijámonos, apenas desvariar. Con palabras y semblante serios –aunque no tanto, aunque no siempre-, Adolfo Castelo, Raúl Becerra, Virginia Hanglin y Raúl Portal, se montan en los códigos de un género ampliamente conocido y consumido, el de los noticieros, para producir este otro tono bien distinto. Cuentan con la ayuda de figuras del mundo de la televisión y de los medios que se prestan ellos también a lo hilarante. Por eso vemos a Macaya Márquez, a Gachi Ferrari, a Jorge Asís, a Antonio Carrizo y a Liliana López Foresi, haciendo otra cosa que la que acostumbran ante una cámara.

Se ha dicho y con razón que “Semanario insólito” se encuentra al comienzo de una estela de programas; para arrancar, con su casi continuación, con variaciones, de 1986, “La Noticia Rebelde”, hasta llegar a “CQC” y “TVR”. Pero si bien es innegable que hay un parentesco, el programa que nos ocupa exhala una inocencia que, una vez más y más allá de si valiera el esfuerzo, es muy arduo sino imposible recuperar. Es mucho lo que cambió, ni qué decirlo, por lo pronto con la televisión. La gracia esquiva los bordes violentos. La ironía se detiene antes de agredir o se vuelve incluso chiste malo. Gente moderada, digamos, previa a los Rolling Stones incluso en el look de los conductores. Además se ríen, sonríen, bastante de ellos mismos.

La inocencia es también de los transeúntes a quienes se “encuesta” que, como aclaraba en una entrevista Castelo, no se encuentran “en una estación de tren o en un barrio humilde”, sino en las cuadras más céntricas de la ciudad de Buenos Aires. Y no sospechan que detrás de una cámara y de un notero puede agazaparse alguien que nos hará una zancadilla, una broma para el disfrute discreto de miles. Porque a la televisión se la creía más parte de la realidad y respetando convenciones que fabricando absurdos.

Los protagonistas de “Semanario insólito” son la ciudad de Buenos Aires, un poco menos la misma televisión y, por decirlo de alguna manera, la cultura. De su tela extrae las noticias. Desde el Puente Uriburu y los nombres de las calles equívoca o erráticamente escritos hasta la construcción con tantas postergaciones de la Biblioteca Nacional. La posibilidad de que una familia argentina vea en el tránsito desaforado de la avenida Figueroa Alcorta un gran premio de automovilismo; o de que el Caco, el personaje que encarna Portal, irrumpa en la nota que se le hace a Jorge Así, uno de los escritores argentinos más importantes de ese momento.

En Mar del Plata, bien cerca de la playa, los conductores de “Semanario insólito” tienen más ganas de tomar sol que de presentar lo mejor de su programa, es decir, que de trabajar. La están pasando bien, relajados. Dejan casi que adivinemos como continuarán esa tarde veraniega pero todavía fresquita, con cielo muy celeste y brisa.

La inocencia también se produce por la falta de política. Es decir, queda eludida la política explícita, con nombres propios, de estas noticias. Cuando “Semanario insólito” arrancó que esto sea así quizás fue menos que una decisión, pues iba de suyo que un programa de estas características circularía por un andarivel despejado, más todavía en ese contexto que se suponía duraría mucho tiempo más; hacia fines de ese año, continuar en esa senda muy probablemente fuera la fidelidad a un estilo que, a la vez, encontraba formas de aludir sin necesidad de explicitar en demasía. Así y todo, quedan algunas marcas –suaves por cierto- a atender: Virginia Hanglin presenta, en esa emisión de diciembre de 1982, una sección con el nombre “Martirizando al intendente”; en el archivo reciente que se ve y parece de un mes invernal se la denomina “Colaborando con la municipalidad.”

Tiempo de la televisión, tiempo de la política. No hay una relación directa, una cosa –la televisión- no se deduce ni desprende sin cantidad de mediaciones de la otra –la política-. Incluso por esto mismo vale reparar que el domingo que se estrenó “Semanario insólito” fue el de Pascuas posterior a la más relevante movilización que se concentró en la Plaza de Mayo durante los días de la guerra de Malvinas, más para solidarizarse con los soldados y con una causa desde siempre sentida que para vivar al dictador Galtieri. Como si fuera un montaje surrealista, se vuelve difícil saber cómo se pudo ver esa emisión en esa circunstancia, de ocho a ocho y media de la noche, qué fue lo que produjo en el ánimo de los televidentes. La última del año y que destacamos tuvo aire diez días después de otra movilización, una acaso más multitudinaria que no pudo acceder a la Plaza porque la represión se anticipó y asesinó a un joven obrero metalúrgico, a Dalmiro Flores.

Pocos años fueron más traumáticos y cambiantes en nuestro país que 1982. Una cosa era la Argentina el 1 de enero, otra el 31 de diciembre. ¿Puede ser tan así? A través de “Semanario insólito”, el tiempo de la televisión revela una línea más constante y nos dice que hay cosas que se mantienen.

De todas maneras, la alegría leve pero cierta que también exuda este programa, en particular en esta última emisión del año y con la arena cálida muy cerca, es la de la llamada primavera democrática que empezaba a gestarse, la apertura política y cultural que nacía.

Jorge Asis lo manda al Caco, siempre en busca de ladrones y atracos, a que vea a Sábato, a quien menciona en una misma línea con Gudiño Kieffer y Silvina Bullrich. Como escritores están en las antípodas. Pero durante los años que siguen de inmediato, Asís entrará en una pronunciada penumbra, será muy criticado y hasta olvidado, cosa que incluso convertirá en literatura. Aunque sin quedar afuera de discusiones, Ernesto Sábato será una de las figuras principales de la cultura durante la primavera democrática.

 

Javier Trímboli, 2015/2016