Ubaldini en el acto de la CGT, 1986
El martes 25 de marzo de 1986 se realiza un nuevo paro de la CGT contra la política económica del gobierno de Alfonsín. El quinto contabilizan quienes ven en esta reiteración sólo un gesto opositor intransigente, al borde incluso de la ilegitimidad. Comienza a las 12 del mediodía, con la convocatoria a un acto que será multitudinario y que este registro recupera. El palco se coloca en la Avenida 9 de Julio e Independencia, mirando hacia Constitución, hacia el sur de la ciudad de Buenos Aires y dándole la espalda al Obelisco. Saúl Ubaldini, secretario general de la CGT, es el único orador y llega minutos después de las 16hs. El acto se inicia con el Himno Nacional seguido casi en continuado por la Marcha Peronista. La entonación es fervorosa.
La tensión y el contrapunto históricos entre el radicalismo y el peronismo se vuelve a avivar en 1983 con la disputa electoral y, luego, con el proyecto de ley de “reordenamiento sindical”, la llamada “Ley Mucci”. A esto se suma la campaña que hace el gobierno y la militancia de la renovada UCR en contra del paro. Frente al palco, la multitud se agita al grito de “El que no salta es radical”. Antes de que Ubaldini comience su discurso, se pide un minuto de silencio “por los compañeros caídos en la lucha por la justicia social y la liberación”; el mismo se cumple con dedos en “v” y toque de diana. El grito que sigue es por Perón. Así, con desplazamientos y desprolijidad, se habla de los desaparecidos; también de manera anacrónica, diría un convencido de que el tiempo histórico es plano y limpio, respecto de lo que se ha vuelto frecuente en los años de la llamada primavera democrática; porque mucho liga con los primeros años setenta, o incluso más atrás, entonces con otros momentos de la Nación.
La deuda externa es uno de los temas centrales en la coyuntura y así queda expresado en las palabras de Ubaldini. La CGT advierte que el pago de la misma al FMI impide que la otra deuda, la interna y que es con los trabajadores, se ponga al día, permitiendo la recomposición salarial que lleva años de atraso. El reclamo es además por la convocatoria a convenciones colectivas, para que las obras sociales estén en manos de los trabajadores. Conclusión que traerá revuelo: hay continuidad entre el plan Austral del ministro Sourrouille y Martínez de Hoz. En este aspecto, el económico y social, la dictadura no ha terminado.
Alfonsín y Ubaldini son las figuras políticas centrales de esos años. Ambos entienden lo que necesita reparo de la sociedad después del daño mayúsculo que ha producido la dictadura. Pero uno, al presidente nos referimos, sobre todo en relación con los sectores medios. Ubaldini escucha y amplifica la demanda de los trabajadores. Esa diferencia los pone de espaldas e impide que se entiendan. Alfonsín había adoptado, durante la campaña electoral, el gesto de interrumpir sus palabras para pedir un médico cuando descubría entre la multitud a un manifestante sofocado que lo necesitara. La política por fin al cuidado de los habitantes. Ubaldini lo hace suyo como se ve en estas imágenes. Ambos ante la necesidad de curar a sus audiencias populares.
En este registro no sobrevive ninguna marca que indique que estas imágenes fueron emitidas por ATC. Además, los diarios señalan que durante el acto los canales siguieron con su programación habitual. Incluso que los noticieros fueron conducidos por personal jerárquico y que apenas informaron sobre él. Se trata de dos o tres cámaras que siguen con planos medios a Ubaldini y cada tanto a la multitud, sobre todo a quienes se reúnen en la cercanía del palco. No hay planos generales que permitan tener una dimensión más cierta de la magnitud del acto que, según los organizadores, llegó a los 400.000 manifestantes y según el gobierno y la policía a 130.000.
El discurso de Ubaldini se extendió durante 54 minutos. En este video sólo hay un corte, un vacio que se llevó la discusión que entabla Ubaldini con César Jaroslavsky –una de las espadas polémicas fundamentales con que cuenta el gobierno de Alfonsín- y que desde un sector de la multitud fue acompañada por una consigna de carácter antisemita. Ubaldini no se hizo el distraído y, según transcriben los diarios, reprendió a quienes habían emitido el insulto.
La editorial de La Nación encuentra muchos signos que le interesa interpretar: esos cánticos agraviantes, la campera negra y el brazalete de Ubaldini, la presencia del Partido Comunista en la concentración; todo indica que el fascismo y el totalitarismo están entre nosotros. Un poco más: “la irrupción de carácter bélico realizada en la concentración por las filas del peronismo revolucionario –denominación que encubre apenas a los viejos militantes del terrorismo montonero- significa que el drama de Ezeiza entre los grupos enfrentados del peronismo de entonces y todos los hechos sucedidos después en la Argentina no parecen haber bastado para que esos grupos hayan abandonado definitivamente esos métodos.”
Lo caprichoso de este comentario, su carácter destemplado y sin sostén, amenaza con dejar con un pie afuera al movimiento obrero, también al peronismo, de la escena de la llamada primavera democrática. A la vez, hace sistema con la baja circulación de estas imágenes, así como con la poca y distorsionada visibilidad de los trabajadores durante esos años que siguieron a la dictadura.
Javier Trímboli, 2015/2016