“¡Un mundo mejor es posible!”, discurso de Fidel Castro en Buenos Aires, 2003

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[Discurso de Fidel Castro en la Universidad de Buenos Aires]

Con motivo de la asunción presidencial de Néstor Kirchner, Fidel Castro visita por tercera vez la Argentina y brinda, por primera ocasión ante una multitud, un discurso de más de dos horas y media desde las escalinatas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Previamente, el primer mandatario cubano había visitado en dos oportunidades el país para participar de la Comisión de los 21 de la OEA, en mayo de 1959, y de la Quinta Cumbre Iberoamericana, en octubre de 1995; reuniéndose a su vez con los presidentes Arturo Frondizi y Carlos Menem, respectivamente.

El acto oficial en el que hablaría el líder cubano había sido convocado para las 19 horas en el Aula Magna de la Facultad de Derecho. La propuesta era realizar un encuentro con 800 personas, entre estudiantes, autoridades universitarias e integrantes de organismos de Derechos Humanos. Sin embargo, el plan original se vio rápidamente desbordado por el arribo espontáneo de miles y miles de personas, que deseaban estar cerca del invitado de honor. Poco a poco, en un intento de no dejar a nadie sin sus expectativas colmadas, el interior del recinto se fue convirtiendo en un lugar totalmente alejado de las mínimas condiciones de seguridad para la presencia de un jefe de Estado. Aun así, promediando la hora señalada, el canciller cubano Felipe Pérez Roque, a cargo de la situación, anuncia a los asistentes el mensaje tranquilizador: “Fidel no se va a ir sin hablar”. Para ello, el acto debía indefectiblemente trasladarse hacia las afueras de la facultad; donde el público continuaba arribando y comenzaba a ocupar la Avenida Figueroa Alcorta y los parques circundantes. Con una asombrosa predisposición de la concurrencia, los organizadores pueden acondicionar el escenario sobre la explanada exterior del edificio, donde ya se encontraban presentes unos 30.000 espectadores, que, con el paso de las horas, llegarán a ser 50.000, según las crónicas.

Cerca de las 21 horas, y luego de una larga espera en la noche otoñal, Fidel Castro aparece sobre las escalinatas de la Facultad de Derecho, rodeado por un tumultuoso grupo compuesto por personal de seguridad, autoridades universitarias, militantes y periodistas. “Vivas” a Cuba y a Fidel estallan desde las bocas de la multitud expectante. A continuación, toda la concurrencia entona las estrofas del Himno Nacional argentino para aguardar a que se establezca la conexión satelital con Cuba.

Previo a sus palabras, Fidel recibe una placa conmemorativa de parte de los trabajadores de la Universidad de Buenos Aires. Acompañado por el ministro Pérez Roque, observando y escuchando los cánticos del público que interrogan “¡¿Qué tiene Fidel que los imperialistas no pueden con él?!”, el primer mandatario cubano responde: “Los tenemos a ustedes”. A continuación, visiblemente emocionado, no puede evitar explicar los avatares del acto y el proyecto original: “He vivido algunos años, pero nunca ni siquiera imaginé un acto tan azaroso y tan increíblemente emocionante como éste (…) Yo podría hacer una crítica -no a ustedes- a nuestros compañeros y decirles: ´ustedes subestimaron al pueblo argentino (…), no se imaginaban lo capaz que es la multitud de organizarse…´ (…) Jamás olvidaré lo que ustedes hicieron esta noche (…)”.

Inmediatamente, en un ida y vuelta con la multitud, y a pedido de esta, el líder cubano de 76 años rememora a su eterno compañero de lucha Ernesto Che Guevara. Sus recuerdos, hilvanados con anécdotas, destacan “su tenacidad, su inteligencia, su fortaleza espiritual, su constancia…”. Luego, en contrapunto con el frío de la velada, y como buen caribeño, no puede evitar referirse al invierno de la Argentina. En un acto de complicidad con el público, Fidel se deshace de su sobretodo, alegando que, debido al inmenso calor de la acogida, ya no lo necesita. El diálogo con los presentes continúa y, en otro momento de connivencia, tras el clásico “Olé, olé olé, Fidel, Fidel”, el presidente cubano comenta que sabe perfectamente que esa melodía proviene de los estadios del popular deporte practicado por estos lugares.

A través de varios canales de televisión que se suman a la transmisión, millones de argentinos tienen la oportunidad de escuchar y descubrir, sin mediaciones y cortapisas, al estadista latinoamericano; quien, tomado en primer plano por una improvisada cámara, vierte, en sencillas palabras, algunos de sus conceptos sobre la realidad mundial y regional. Su oratoria, por momentos irónica, recorre temas puntuales como el analfabetismo, la inmigración, las devaluaciones de las monedas, la deuda externa, el libre comercio, la democracia, los derechos humanos y el medio ambiente, entre otros. Varios párrafos también los dedica a la política exterior norteamericana, el bloqueo contra su país, y los avances cubanos en materia de salud y educación.

Hacia el final, y tal vez en uno de los instantes más destacables de la velada, Fidel exclama: “Si me preguntara alguien por qué sentí gran satisfacción y júbilo cuando llegaron las noticias de un resultado electoral en nuestra queridísima Argentina (…) mi opinión es que una de las cosas extraordinarias es que el símbolo de la globalización neoliberal ha recibido un colosal golpe. Ustedes no saben el servicio que le han prestado a América Latina. Ustedes no saben el servicio que le han prestado al mundo al hundir en la fosa del Pacífico -no sé cómo se llama ahora-, que tiene más de 8000 metros de profundidad, el símbolo de la globalización neoliberal”.

Con la asunción presidencial de Néstor Kirchner, del día anterior, se iniciaba en América Latina un ciclo de gobiernos populares, herederos de los estallidos y las enormes protestas sociales ocurridas durante el cambio de milenio, en contra de la agudización de las desigualdades sociales y económicas derivadas de las reformas neoliberales los ‘90.

Así, en una fría noche de otoño, miles jóvenes y adultos, trabajadores y desocupados, estudiantes, profesores y profesionales, e incluso aquellos que sobre el final seguían arribando a las inmediaciones, todos de diferentes condiciones sociales pueden grabar en sus memorias el histórico mensaje entregado por el viejo comandante de la Revolución cubana: “Un mundo mejor es posible. Pero cuando se haya alcanzado un mundo mejor, que es posible, tenemos que seguir repitiendo: un mundo mejor es posible, y volver a repetir después: ¡un mundo mejor es posible!”.

 

Damián Esteban Pérez, 2016